Panico en el Congreso

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CORTES Y DESVÍOS EN LA RUTA 5 SUR

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LA IMAGEN QUE HABLÓ AL MUNDO

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Roberto Candia, Agencia AP. Foto tomada en Pelluhue, Región del Maule.

sábado, 6 de marzo de 2010

2 MINUTOS DE HORROR - COMO VIVI EL TERREMOTO EN SANTIAGO DE CHILE

(Republicado)


Cuando hay un TEMBLOR de tierra, los que vivimos en lugares sísmicos como Chile, Japón, California etc., reaccionamos con diferentes dosis de pavor. Hay algunos que pierden la racionalidad frente al miedo. Hay otros como yo, y los chilenos en general, que hemos aprendido que en presencia de un temblor debemos contener nuestro instinto y emoción y debemos actuar aplicando normas racionales. Sabemos como actuar ante una emergencia de este tipo. Repito: sabemos como actuar EN PRESENCIA DE UN TEMBLOR. He pasado miles de temblores durante mi vida y, algunos terremotos. En un temblor, no entro en pánico. Normalmente me quedo quieta en el mismo lugar en que estoy, teniendo el control sobre la situación. Los que no tienen experiencia, y se encuentran aquí de paso, corren en pánico hacia cualquier lugar. Es natural. Un temblor, para un neófito, es una experiencia en que la razón cuenta muy poco, es puro terror e instinto de supervivencia. Para quien está acostumbrado... puede ser apenas una sensación de alerta.

Sin embargo cuando hay un TERREMOTO, todos reaccionamos de igual forma. La irracionalidad nos domina y nuestro instinto animal activa un chip de terror en nuestro cerebro que nos grita: corre, corre, aléjate del peligro, sin que siquiera lo pensemos. De manera animal, intuitiva, corremos hacia espacios abiertos, hacia lugares en que tengas una visión del cielo. Es pura adrenalina e instinto. En ese sentido las piernas y el estado físico corre a favor o en contra tuya. Por eso tiende a aumentar proporcionalmente, en estos casos, el número de muertos o heridos entre niños y ancianos.

Un TERREMOTO es una experiencia de pánico total. Tu mente, durante los segundos o minutos en que dura el evento, no consigue funcionar. En ese momento estás igualado a cualquier animal irracional y actúas solo desde el instinto. Es muy difícil conseguir centrar el pensamiento en algo lógico, excepto si tienes a álguien a tu cargo. Alguien como un hijo, un padre inválido, un ser enfermo que sea muy cercano.

Un temblor o terremoto en general no dura más de algunos segundos. A veces, si es muy largo como hoy, dos o tres minutos. Este breve lapso de tiempo es suficiente para devastar amplias regiones.

Si uno consigue salir con pocas consecuencias del hecho en sí, viene la preocupación por terceros: parientes, amigos, conocidos. Luego a seguir la etapa de resolver los problemas domésticos. Como proveer luz, agua, alimentación, comunicaciones, reparar o reconstruir, etc.

Mi experiencia de hoy fue un shock total debido a que me encontraba, en el momento, sola en la casa con mi madre semiinvalida, puesto que quien la cuida estaba de vacaciones.

Desperté a las 03:33h de la madrugada de hoy con lo que pensé sería un simple temblor. Dormía en el cuarto de mi madre, en una cama al lado de ella. De repente comenzó un temblor (los ruidos subterráneos y los movimientos que acompañan los temblores en general, hasta digamos unos 7 u 8 grados en la Escala de Mercalli, son de poca magnitud y a veces pueden llegar a ser casi imperceptibles). En cuestión de un par de segundos mi cuerpo todo se tensó en un alerta expectante. Todos mis sentidos, desde lo más hondo de mi instinto, me hicieron saber que esto era diferente. Aún así me quedé inmóvil un par de segundos más. Segundos suficientes para que se me erizara el cabello en la nuca al mismo tiempo que encendía la luz, saltaba de la cama, me abalanzaba sobre la cama de mi madre que dormía y levantaba sus cubiertas para intentar cargarla en brazos para retirarla de allí. Todo simultáneamente, con una carga increíble de adrenalina. Junto con ello tomaba conciencia, con horrror, de que me encontraba sola con mi madre en la casa, y que no tendría las fuerzas ni el tiempo necesario (los segundos necesarios) para cargarla hacia un lugar seguro fuera de la casa. Tomé a mi madre e intenté cargarla, en lo cual fracasé, ella aún no salía del sopor del sueño. Comencé a arrastrarla, ambas descalzas, hacia la puerta del cuarto intentando llevarla hacia afuera de la casa mientras el movimiento de la tierra bajo mis pies y los ruidos subterráneos se hacían cada vez mas pavorosos. A un metro de la cama, mientras yo arrastraba el cuerpo inerte de mi madre, se cortó la energía eléctrica y tuve que seguir en la oscuridad. La violencia de las sacudidas, me impedía avanzar, y el ruido ensordecedor de la tierra y objetos de vidrio, que en varios lugares de la casa caían al suelo y se quebraban, aumentó mi pavor y conciencia de que esto era un terremoto y me asaltó la convicción de que la casa debería estar cayendo encima de nosotras. Mientras lo hacía, el suelo bajo mis pies se sacudía en tirones que me hacían perder el equilibrio lanzándome al piso, y los ruidos subterráneos se hacían más aterradores. Tomaron un ritmo asustador, firme, como si aquello fuese a durar para siempre. Ya no eran diez o quince segundos, que ya es mucho cuando se trata de un temblor, hacía más de un minuto que ocurría el fenómeno y no paraba. Mi impresión era que en el suelo, bajo mis pies, una locomotora subterránea se abría paso hacia la superficie a una velocidad de miedo, o que una manada de caballos salvajes corría ahí, a no mas de cinco centímetros de donde nosotras nos movíamos, estremeciendo la tierra. Era como si mi casa fuera una lavadora gigantesca que me impulsaba violentamente en un sentido y luego en uno contrario, pero con un ritmo acelerado y un ruido en que crujían los muros, se sacudían los vidrios de las ventanas y se oía un ruido sordo que venía desde adentro de la tierra. Recuerdo que demoré casi un minuto en arrastrara a mi madre una distancia de aproximadamente tres metros. Me caía a cada instante con las sacudidas en ondas que venían desde la tierra. Durante una milésima de segundo de reflexión pensé con estupor “el epicentro debe ser aquí, la ciudad entera está cayendo”. Conseguí llegar a la puerta del cuarto pero allí mi madre, ya despierta, se aterrorizó en la oscuridad sin entender lo que ocurría y dejó su cuerpo caer al suelo. Intenté continuar, pero se me hizo imposible seguir arrastrándola. Las sacudidas eran de tal violencia que me lanzaban al suelo una y otra vez. Tuve tiempo de pensar, “los muros van a a caer encima de nosotras”, puesto que desde allí no conseguía mover a mi madre que estaba tendida en el suelo. En la semioscuridad - había luna llena pero las cortinas de las ventanas, que son oscuras para proteger el sueño de mi madre, mantenían oscuro el ambiente - percibí alrededor de seis almohadas que se utilizaban durante el día para acomodar a mi madre en la cama. Como pude lancé las almohadas al suelo y luego tiré encima a mi madre, colocando otras encima de su cuerpo para protegerla ( oh ingenuidad), de la posible caída de un muro. Alcancé también a pensar con consuelo - “ mi casa está hecha con estructuras firmes antisísmicas”, y ahí... cesó todo abruptamente. Habían transcurrido un poco más de dos minutos. En la oscuridad, aturdida por el miedo, me dirigí a la puerta para gritar por ayuda a la casa vecina, de mi hermana. Mi cuerpo temblaba de tal forma por el terror de la experiencia recién pasada y el pánico de que todo recomenzara - lo cual no era improbable - que no conseguía poner la llave en la puerta. Una y otra vez lo intenté mientras percibía que mi hermana me hablaba desde afuera. Mis manos temblaban por el esfuerzo , la adrenalina y el miedo. Al cabo de minutos conseguí abrir…

Entre mi hermana y yo asistimos a mi madre, sin embargo ambas estábamos en estado de estupor, no conseguíamos levantarla y nos demoramos aún algunos minutos antes de atinar a actuar de una forma lógica.

Mi casa resistió sin secuelas el terremoto. Mi madre a los treinta minutos dormía plácidamente ignorando las “réplicas” que se sucedían cada quince o veinte minutos pero, que aún siendo peligrosas, me parecían juego de niños ante lo que acababa de experimentar

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